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EXPERIENCIAS EN JAPÓN

Randall Hernández Mora
Participante del Programa del Idioma Japonés para Diplomáticos y Funcionarios Estatales Organizado por la Fundación Japón
Octubre del 2005 a Junio del 2006



Comenzaba el mes de octubre del año 2005, soplaba una brisa entre cálida y fresca anunciando la próxima llegada del otoño al Japón cuando arrivé, al anochecer de un día lluvioso, al Aeropuerto Internacional de Kansai en la ciudad de Osaka. Una de las obras de ingeniería más impresionantes que he tenido la oportunidad de conocer y que como ingeniero me llamó mucho la atención. Fue este el inicio de una experiencia que se prolongaría por 9 meses, en un país que no me resultaba para nada extraño, sino que más bien me traía a la memoria el recuerdo de mi primera visita a este asombroso país en agosto del año 2003.

Al acomodarnos en las modernas instalaciones del Instituto de Lengua Japonesa de Kansai nos impresionó la increíble panorámica de la Bahía de Osaka y el Aeropuerto de Kansai, en los días soleados el paisaje era fantástico. 

Iniciamos entonces nuestro curso de idioma japonés, luego de conocer al personal del Instituto y haber participado en una guía por Tajiri-cho, pueblo donde viviríamos durante un buen tiempo, y haber hecho una visita al distrito de Namba en la ciudad de Osaka. Este primer viaje a Namba significó todo un reto para muchos de los participantes, que no estaban familiarizados con el sistema de transporte público de Japón, pero con lo poco que aprendimos durante esos primeros días de clases, bastaba una simple pregunta para salir de algún apuro y acudir a la conocida amabilidad de los japoneses, que siempre se mostraban diligentes para ayudar a unos chicos extranjeros medio perdidos en el metro o la estación de tren.

Mi participación en este curso significó el haber conocido a magníficas personas, tanto de nacionalidad japonesa como de muchos otros países, personas a quienes tengo en alta estima y con quienes todavía sigo manteniendo contacto y no pierdo la esperanza de ver en el futuro. Dentro de estas personas están los miembros del Tajiri International Club, quienes organizaron muchas actividades, fiestas y paseos y a través de quienes hice muchos amigos.

Dentro del programa del curso hubo muchas actividades culturales, como la visita a un teatro de No y Kyogen en Kyoto, la visita al Osaka-basho para ver una fecha del campeonato nacional de sumo (uno de los deportes tradicionales japoneses y que cuenta con muchos aficionado dentro de los que están muchas mujeres jóvenes también), visitas a numerosos templos y museos en Kioto y Tokio donde uno de los que más me impresionó fue el Museo de Tecnología Emergente en Tokio, donde se podían apreciar los resultados de proyectos de investigación en campos tan diversos como tecnología de semiconductores, nanotecnología, robótica y transporte con fuentes de energía alternativas. Hubo también muchas visitas oficiales a instituciones muy importantes como el Ministerio de Finanzas, El Ministerio de Relaciones Exteriores, Instalaciones de las Fuerzas de Autodefensa y Agencia Japonesa de Cooperación Internacional entre otras.

El curso incluyó además muchas clases extras, como viajes de estudio individuales para conocer más a fondo la cultura y geografía japonesa, así como para visitar sitios de interés para el trabajo de cada uno de los participantes. En mi caso realicé un viaje de estudio a la prefectura más pequeña del país, pero no por eso menos interesante sino que todo lo contrario. En efecto Okinawa es un lugar con una cultura particular, incluso se habla in dialecto diferente al japonés que se habla en Tokio. Okinawa no era parte del Japón, sino que era un pequeño país conocido como el reino Ryukyu hasta que fue conquistada por el shogunato de Edo en el siglo XVII. En 1879, tras la restauración Meiji, se convirtió en la prefectura japonesa de Okinawa. La historia de Okinawa se tiñe de sangre en la Segunda Guerra Mundial donde políticamente es sacada del territorio japonés y no es hasta 1972 en que es devuelta al Japón por Estados Unidos. La comida y arquitectura tradicional okinawense se caracterizan por la influencia China que tubo durante mucho tiempo. El sanshin, es un instrumento musical característico de la zona y cuyos acordes pueden escucharse con facilidad en muchos lugares de la ciudad de Naha. El paisaje y las hermosas playas subtropicales del archipiélago lo convierten en un importante destino turístico para los japoneses que, durante el verano, llegan de todos los rincones del país a este pequeño paraíso tropical.

Posterior a este viaje de estudio cultural realicé otro viaje, esta vez de interés para mi trabajo como ingeniero del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados. En esta oportunidad visité una prefectura que podría decirse es lo contrario en muchos aspectos a la subtropical Okinawa. Se trata de la prefectura más grande y más al norte del país, Hokkaido. En esa oportunidad visité la municipalidad de la ciudad de Sapporo y la Universidad de Hokkaido. En un día con cerca de 0 °C y bajo una intensa nevada, mis colegas de la municipalidad de Sapporo me recibieron amablemente y me mostraron durante todo ese día algunas de sus principales instalaciones de tratamiento de aguas residuales y lodos generados por el tratamiento de dichas aguas en la ciudad. El siguiente día visité el Laboratorio de Ingeniería Sanitaria Sostenible de La Universidad de Hokkaido, donde me entrevisté con el director de dicho laboratorio, PhD. Naoyuki Funamizu, quien además de excelente persona es un importante investigador que trabaja en otros proyectos a nivel internacional. El equipo de trabajo del Dr. Funamizu me mostró sus modelos para evaluar la efectividad de nuevos métodos de tratamiento de excretas in-situ, ya que la filosofía del proyecto de investigación es la eliminación de sistemas de recolección y plantas de tratamiento de gran escala, tecnología que se piensa aplicar en zonas rurales y de baja capacidad de pago, principalmente en países en vías de desarrollo.

Aproveché mi corta estadía en Sapporo para visitar Shiraoi, que es uno de los pocos vestigios que quedan de la autóctona cultura Ainu que dominó la región siglos atrás. Algo que me impresionó fue el parecido en los rasgos físicos y la forma de vestir que guardan estos indígenas con los indígenas de América del Norte y el sur de Chile. Continué hacia el sur hasta llegar a Noboribetsu, tierra de abundante actividad volcánica y sitios de aguas termales llamados “onsen”, donde aproveché para tomar un baño en las calientes y sulfurosas aguas de uno de estos lugares de baños públicos que les encanta a los japoneses, además de disfrutar de los fideos en caldo (ramen) propios de la zona.

Fue muchísima la experiencia acumulada durante mi participación en este programa de Fundación Japón, y resulta difícil plasmar todas las experiencias en un artículo. Espero que en el futuro más costarricenses participen de este programa ya que es una experiencia inolvidable y ayuda a fortalecer los lazos de amistad entre nuestros países.

Osaka, prefectura donde viví durante el desarrollo del curso y segunda ciudad más grande del país, es conocida dentro del Japón por el especial calor de su gente y sus especialidades culinarias dentro de los que podemos mencionar okonomiyaki y takoyaki. La región de Kansai (Osaka, Kioto, Kobe, Nara) tiene también su dialecto característico del que aprendí un poco gracias a convivencia con mis amigos del Tajiri Int. Club. También participé en actividades culturales como el vestirse con la indumentaria típica japonesa, llamada kimono, lo cual fue muy interesante.



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