Reporte de la Srta. Victoria Mora Trejos, participante del Programa de Idioma Japonés para Estudiantes Extranjeros 2024
2025/2/5


Mi nombre es Victoria Mora Trejos y estudio japonés desde hace tres años. Inicié por el mismo motivo que muchos otros: quería ver anime sin subtítulos. Sin embargo, rápidamente me enamoré de otros aspectos de la cultura japonesa y decidí que quería ir a Japón a estudiar el idioma y la cultura algún día.
En septiembre de 2024 pude cumplir este sueño gracias a la beca para estudiantes sobresalientes que brinda The Japan Foundation Japanese Language Institute. Viajé a Japón y estudié el idioma y la cultura nipona en un instituto durante dos semanas junto a otros 42 estudiantes de todas partes del mundo. Fueron dos semanas muy ajetreadas, pero también bastante provechosas. Pudimos visitar Osaka, Tokyo, Hiroshima y Kyoto; todo esto mientras estudiábamos y nos hacíamos cercanos.
De mi estadía en Osaka destaco las lecciones sobre el dialecto de Kansai, la visita al Castillo de Osaka, la caminata por Dotonbori y la visita de un día a una familia japonesa. Yo y otros dos compañeros tuvimos la suerte de convivir con Yoshiko-san, Katsushi-san y su mascota “pero” (lo nombraron por la palabra “perro” en español). Nos mimaron durante todo un día con mucha comida, regalos y paseos. Gracias a esto experimenté el omoiyari o amabilidad japonesa.
Sin embargo, mi parte favorita fue al final del día, cuando fuimos al festival de danza tradicional japonesa Bon Odori. Bailé al ritmo de los tambores y conversé con las personas en el festival. Siempre quise experimentar este tipo de actividades culturales, estoy muy agradecida por todo lo que disfruté y aprendí.
En septiembre de 2024 pude cumplir este sueño gracias a la beca para estudiantes sobresalientes que brinda The Japan Foundation Japanese Language Institute. Viajé a Japón y estudié el idioma y la cultura nipona en un instituto durante dos semanas junto a otros 42 estudiantes de todas partes del mundo. Fueron dos semanas muy ajetreadas, pero también bastante provechosas. Pudimos visitar Osaka, Tokyo, Hiroshima y Kyoto; todo esto mientras estudiábamos y nos hacíamos cercanos.
De mi estadía en Osaka destaco las lecciones sobre el dialecto de Kansai, la visita al Castillo de Osaka, la caminata por Dotonbori y la visita de un día a una familia japonesa. Yo y otros dos compañeros tuvimos la suerte de convivir con Yoshiko-san, Katsushi-san y su mascota “pero” (lo nombraron por la palabra “perro” en español). Nos mimaron durante todo un día con mucha comida, regalos y paseos. Gracias a esto experimenté el omoiyari o amabilidad japonesa.
Sin embargo, mi parte favorita fue al final del día, cuando fuimos al festival de danza tradicional japonesa Bon Odori. Bailé al ritmo de los tambores y conversé con las personas en el festival. Siempre quise experimentar este tipo de actividades culturales, estoy muy agradecida por todo lo que disfruté y aprendí.


Y hablando de omoiyari…
Yo quería poner en práctica lo que había aprendido durante estos últimos tres años, así que, “molesté” a los japoneses preguntándoles cualquier cosa que se me ocurriera para poder conversar con ellos. En el acuario: “disculpe, ¿cómo se llama este animal?”; en los mercados: “¿qué tiendas de comida recomiendan aquí cerca?”; en Asakusa: “¿por qué son tan populares los peces dorados?”
Aunque no lo supieran, todos me ayudaron y respondieron las preguntas que les hice. También les notaba felices cuando veían que yo sabía hablar el idioma; la dueña de una tienda en Miyajima incluso me invitó a comer en su tienda porque todos los restaurantes estaban llenos.
En Tokyo, me sorprendió la capacidad de los japoneses para conservar su patrimonio cultural y arquitectónico, esto después de visitar el templo budista localizado en Asakusa. Este templo es el más antiguo de Tokyo (se construyó en el año 645), pero a pesar de esto aún conserva su belleza y majestuosidad.
En Kyoto pude ver una cara de Japón más tradicional. Además, aprendí que la naturaleza es prístina, es decir, que la naturaleza de esta prefectura se mantiene así como era hace siglos. Esta es una de las razones por las cuales varios lugares en Kyoto se han declarado patrimonio de la humanidad.
Yo quería poner en práctica lo que había aprendido durante estos últimos tres años, así que, “molesté” a los japoneses preguntándoles cualquier cosa que se me ocurriera para poder conversar con ellos. En el acuario: “disculpe, ¿cómo se llama este animal?”; en los mercados: “¿qué tiendas de comida recomiendan aquí cerca?”; en Asakusa: “¿por qué son tan populares los peces dorados?”
Aunque no lo supieran, todos me ayudaron y respondieron las preguntas que les hice. También les notaba felices cuando veían que yo sabía hablar el idioma; la dueña de una tienda en Miyajima incluso me invitó a comer en su tienda porque todos los restaurantes estaban llenos.
En Tokyo, me sorprendió la capacidad de los japoneses para conservar su patrimonio cultural y arquitectónico, esto después de visitar el templo budista localizado en Asakusa. Este templo es el más antiguo de Tokyo (se construyó en el año 645), pero a pesar de esto aún conserva su belleza y majestuosidad.
En Kyoto pude ver una cara de Japón más tradicional. Además, aprendí que la naturaleza es prístina, es decir, que la naturaleza de esta prefectura se mantiene así como era hace siglos. Esta es una de las razones por las cuales varios lugares en Kyoto se han declarado patrimonio de la humanidad.


Pero indudablemente lo más impactante del viaje fue la visita al Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, el cual recuerda los trágicos bombardeos en Hiroshima y Nagasaki en 1945.
En la actualidad, considero que Japón es un país que valora mucho la paz y la armonía y pienso que es porque su pueblo experimentó la desolación y el dolor de perderlo todo de primera mano.
Entrar a este museo es una experiencia inolvidable que nos recuerda lo desgarrador de las guerras. El museo estaba lleno de turistas, era difícil avanzar de hecho, pero todos estábamos tan impactados y tristes por la exhibición que había un silencio sepulcral. De vez en cuando se podía oír a la gente moquear. Yo lloré cuando vi la foto de unos hermanos y pensé en mi hermanita y en lo mucho que sufriría si le pasara algo. Mi compañero de Venezuela y yo no pudimos continuar leyendo en un momento por lo tristes que estábamos.
Pero al final, sin importar lo que pase, la esperanza de días mejores es lo que nos lleva hacia adelante. Esto nos lo recuerda la historia de vida de Sasaki Sadako y las mil grullas de origami. Yo, desafortunadamente, enfermé cuando regresé de Japón, pero solo la idea de poder regresar algún día y estudiar de nuevo me da la fuerza para seguir esforzándome.


En mi opinión, Costa Rica es un país muy bello, pero ahora enfrenta grandes problemas ambientales, de gentrificación y de conservación del patrimonio. Este viaje me hizo reflexionar y pienso que podemos aprender mucho de Japón, pues es un país que mantiene mucho amor y respeto por su patrimonio.
También, Japón reconoce la importancia de mantener buenas relaciones con otros países, pues esto no solo les enseña sobre los demás, sino sobre sí mismos: qué tienen de admirable y qué pueden mejorar aún (lo mismo aplica para nosotros los costarricenses). De ahí que existan becas como la que yo recibí.
Gracias a mi experiencia en Japón aprendí no solo sobre la bella cultura nipona, sino sobre muchas otras; conocí e hice amigos de países que ni siquiera sabía que existían. Si alguna vez tienen la oportunidad les invito a que aprendan un idioma, en mi opinión, les permitirá saber qué tiene de bueno su país, lengua o cultura y podrán conocer el mundo incluso si no salen a explorarlo. Harán conexiones con muchas personas diferentes; extranjeros y compatriotas que aprenden el lenguaje. ¡Expandan la visión de su mundo, incluso si (aún) no tienen los recursos para explorarlo!
También, Japón reconoce la importancia de mantener buenas relaciones con otros países, pues esto no solo les enseña sobre los demás, sino sobre sí mismos: qué tienen de admirable y qué pueden mejorar aún (lo mismo aplica para nosotros los costarricenses). De ahí que existan becas como la que yo recibí.
Gracias a mi experiencia en Japón aprendí no solo sobre la bella cultura nipona, sino sobre muchas otras; conocí e hice amigos de países que ni siquiera sabía que existían. Si alguna vez tienen la oportunidad les invito a que aprendan un idioma, en mi opinión, les permitirá saber qué tiene de bueno su país, lengua o cultura y podrán conocer el mundo incluso si no salen a explorarlo. Harán conexiones con muchas personas diferentes; extranjeros y compatriotas que aprenden el lenguaje. ¡Expandan la visión de su mundo, incluso si (aún) no tienen los recursos para explorarlo!

